¿Qué es ser creyente?

Esperamos en las dos entregas anteriores: “¿Qué nos pasa con la religión?” y “¿Qué es la religión?” haber aproximado una respuesta a la pregunta más general sobre si ¿la indiferencia religiosa es una de las razones que explican el tedio y hastío presente en algunos grupos sociales de Occidente?

Tedio y hastío demostrado por las estadísticas de incremento de suicidios, incluso en poblaciones de jóvenes. La liberación de normas y leyes sobre la eutanasia en países europeos que incluyen dichas poblaciones pueden interpretarse como suicidios asistidos por el Estado. (ver “La eutanasia” noviembre 6, 2021)

Daremos continuidad aquí a las ideas de Charles Taylor sobre el desarrollo de la religión y que tratamos en los ensayos que preceden este. Con el fin de acercarnos a una respuesta a la pregunta general sobre las razones del tedio y hastío interpretaremos las razones para la preponderancia de la ciencia sobre la religión.

A la cultura profana que viene dándose en Occidente contribuye la separación que desde la Ilustración se estableció entre fe y razón. Atribuyendo a la fe únicamente la creencia en Dios, en la religión y en la Iglesia en el caso cristiano combatiendo la ciencia. Y atribuyendo a la razón el fundamento de la ciencia liberada de la fe. Sin embargo, una historiografía reciente demuestra que dicha ciencia fue solo posible en el contexto de una sociedad medieval inmersa en la fe cristiana.

Creer

Contribuye a la inteligencia de lo que sigue el elaborar algo sobre los términos fe y razón. Recurrimos a la RAE para ello. Creyente es el que cree. Y su uso común es que quien profesa una determinada fe religiosa. Pero si en esa misma fuente consultamos “creer” el panorama se amplía, miremos y anotemos las diversas acepciones:

  1. “Tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado.” Anoto: es imposible hacer ciencia –y me refiero a la ciencia experimental específicamente—si quien formula una hipótesis y se lanza al experimento para refutarla o probarla no “cree” de antemano, sin aún comprobarlo, en una alta probabilidad de demostrarlo.

2. “Tener a alguien por veraz.” Anoto: así como el religioso cree a su guru, a su pastor o a su sacerdote, la persona de ciencia cree en las más autorizadas personas de ciencia que la precedieron.

3. “Pensar u opinar algo.” Anoto al ejemplo: Creo que te equivocas. Vale para cualquier situación de la vida.

4. “Tener algo por verosímil o probable.” Anoto: Que Jesús es Dios. Que una buena teoría científica es una buena aproximación a la realidad.

5. “Tener creencias religiosas.” Anoto: tener creencias científicas.

6. “Tener por cierto que alguien o algo existe verdaderamente.” Anoto: creer que el Dalai Lama es un sabio. Creer que Einstein fue un científico superior.

7. “Tener confianza en alguien o algo.” Anoto: confío que las Sagradas Escrituras o el Corán son veraces. Confío que la ley de la gravedad se sucede en cualquier lugar de la tierra.

Me extendí en las acepciones y anotaciones de “creer” con el fin de mitigar para el lector los prejuicios que de modo superficial enfrentan fe con razón.

En la historia que de la religión venimos esbozando es solo hasta los siglos más recientes que se da esa dicotomía. Anterior a ello lo que encontramos son credos diferentes. De modo muy aproximado podemos decir que a la magia la sustituyen los mitos y a estos las religiones universales o desarrolladas, como es el término que emplea Charles Taylor cuyo capítulo venimos resumiendo. (Taylor, 2012)

En la entrega anterior esperamos haber descrito la importancia de la Era Axial (800a.c. a 200a.c.) y cómo en ella la conciencia humana se diferencia y cómo en las religiones se sucede una transformación sustancial. Antes de dicha Era la identidad de las personas se daba por el grupo social del que formaba parte: familia y tribu. Y la relación de aquellas con la(s) divinidad(es) era por medio del grupo, y luego de este con el cosmos.

La transformación se da en el momento en que el individuo se dirige directamente a la divinidad. Realidad que Taylor denomina “des-incorporación” por ser el estado anterior el de hallarse el individuo “incorporado” a su grupo (embeded en inglés).

La era Axial

En la Era Axial  (800 a.c. a 200 a.c.) es donde se suceden parte de estas transformaciones. Pero es luego donde se suceden otras igualmente importantes: la divinidad ahora favoreciendo al creyente sin ambivalencias que era lo que sucedía anteriormente; el mal, interpretado como imperfección y no como existencia absoluta que somete al hombre sin este tener posibilidad alguna de combatirlo y superarlo; y, finalmente, el bien humano como algo no solo material. Es lo que pasamos ahora a ampliar.

Cuadro que demuestra el origen de las religiones desarrolladas durante el umbral de la Era Axial

era axial

Con respecto al “bien humano”, la meta suprema humana ya no es solo la de la prosperidad. Se formula una nueva meta de salvación que nos lleva a algo superior a lo pensado como prosperidad: al “Cielo” o al “Bien”. Estos dos últimos nos exigen que imitemos o incorporemos un bien sin ambages para lo cual debemos hallarnos dispuestos a alterar incluso el orden del mundo. Esto conlleva una prosperidad más amplia a la individual, familiar, o tribal.

“Padre Nuestro que estás en los cielos” transformó la imagen de divinidad de  modo radical. 

divinidad

El mal no es absoluto

También conlleva un cambio de actitud hacia el mal considerado antes como el lado destructivo de la realidad y que debía aceptarse como parte de un orden inalterable. En la Era Axial, en cambio, surge la idea que el mal no es absoluto. Algo debe poderse hacer. Por ejemplo, por medio de una transformación propia que detenga o elimine el mal; que no hay porque aceptarlo como formando parte del orden de las cosas. Se sucede también un cambio en el significado mismo del término [el mal] ya no como el lado negativo del cosmos, insisto, sino que se le considera como imperfección. En otras palabras, las cosas mejoran en la medida que se combate el mal.

Interpreto esto como el origen de la idea de progreso. Claro que tomarán veinte siglos para que la noción de progreso sea asociada con la ciencia y la tecnología como únicos medios para lograrlo; lo que sucede hoy al punto de derivar en una ideología.

Ahora bien, la transformación y reconceptualización de la trascendencia se refiere al hecho de hallarse ella en la Era Pre Axial de un modo indiferenciado. Esto no impidió grandes obras que el conocimiento de sentido común realizara: obras arquitectónicas magníficas, la organización de estados y economías de alta complejidad, y la existencia de técnicas de toda índole. En fin, grandes civilizaciones como la egipcia, la babilónica, la china y la india florecieron en medio de un sentido de la trascendencia que lo permeaba todo; por eso decimos que se hallaba indiferenciada.

En la Era Axial dicho sentido se diferencia pues el individuo deja de hallarse incorporado –“incrustado”, es otro término aceptable– en la sociedad o en su tribu, al igual que estos  en el cosmos. Con ello se da la posibilidad de relacionarse aquel directamente con la divinidad. De ahí que cedan el antiguo temor hacia la divinidad, los mitos y la magia.

Las elites espirituales

Sin embargo, no debe pensarse que en esos 600 o más años de la Era Axial se dieron cambios drásticos y toda la sociedad dejó de hallarse incorporada al cosmos y por medio de este a lo sagrado. No, inicialmente fueron individuos de una élite espiritual, si aceptamos el término [Max Weber se refirió a ellos como los “virtuosi” de una religión], los que como individuos sé “des-incorporaron” de sus familias, tribus, clanes y establecieron una relación directa con la divinidad. Y, luego sí, en un lento movimiento el común de las personas para ir conformando las religiones desarrolladas (hinduismo, judaísmo, cristianismo, budismo, islamismo)

Era posible que estas élites conformaran grupos de monjes, por ejemplo, en el caso del budismo. O en Occidente con los padres del desierto quienes a partir el siglo tercero de nuestra era inauguran el monacato occidental. Con ello se creaba una tensión entre esos grupos y el mundo del pueblo incorporados aún en sus grupos y sociedad y esta en el cosmos, en el todo sagrado.

Taylor se refiere a dos posibles fuentes de tensión en esas nuevas formas religiosas. Primero,

el nuevo entendimiento de un bien superior, respaldado por Dios o el Cosmos, el Cielo, o cualquier otra realidad superior, coherente y unitaria. El bien humano para Platón era armonioso; lograr Nirvana [para el budismo] es llegar a la paz perfecta; el sabio se halla en el equilibrio perfecto. Lo que contrasta con algunas formas de politeísmo de las religiones pre-axiales. [Aquí] las demandas de los seres superiores sobre los seres humanos pueden hallarse en tensión entre estas mismas. En la medida que ese bien [prosperidad-flourishing] se halle atado al cumplimiento de esas demandas, el bien humano se verá combinando elementos que seguramente se hallarán en tensión, cuando no en franca contradicción. (Taylor, 2012, p.39)

Una segunda fuente de tensión se sucede en el segundo nivel de incorporación: el de la sociedad en el orden cósmico. Las revoluciones axiales cuando se refieren a un bien unitario y superior transforman esa incorporación de la sociedad en el orden cósmico. Antes, como se ha insistido, los dioses o seres superiores no siempre se hallaban alineados con las solicitudes de los seres humanos. El nuevo orden del cosmos ahora sí se halla alineado y unido con el bien humano superior; incluso, este marco cósmico puede establecer normas que juzguen el mismo orden social. En algunos casos, como en el budismo o la Biblia hebrea se abre la posibilidad para una postura crítica que incluso juzgue las mismas condiciones del cosmos. Esto no impidió el desarrollo de un entendimiento normativo del mismo orden cósmico de las civilizaciones animadas por el budismo o la revelación post bíblica.

Por qué la ciencia se da en occidente

Surge entonces la pregunta de si ese era el orden de las cosas y las civilizaciones chinas, india y del Asia Menor se hallaban avanzadas y, en cambio, en occidente la decadencia del Imperio Romano predominaba ¿por qué la ciencia no se dio en aquellas civilizaciones y, en cambio, sí en una sociedad medieval precaria? El boato de aquellas civilizaciones no puede compararse con la austeridad de vida de los nacientes reinados de la alta Edad Media

Para Taylor, el primer milenio es uno de equilibrio precario entre esas dos fuentes normativas: la sociedad y el cosmos. Para Chesterton es el de la purificación del erotismo que había permeado a toda la sociedad y al cosmos mismo. El paganismo había imaginado las constelaciones como símbolos eróticos, al igual que los jardines decorados con símbolos fálicos. De ahí la huida a los desiertos o el refugio en cuevas de parte de individuos de la élite espiritual señalada antes.(Chesterton, n.d.)

En cambio, en el caso de la cristiandad latina, en el segundo milenio, se sacude ese equilibrio precario. Las órdenes mendicantes, franciscanas y dominicas crean un gran revuelo en la Europa medieval. Sientan las bases para el desarrollo de la ciencia occidental, el método experimental y la teoría que lo iba guiando fueron únicos en ese territorio y tiempo.

Lo que estaba por suceder en ese primer milenio post axial que la doble incorporación de individuo en sociedad y de esta en el cosmos se transformara ya no solo en cabeza de una élite espiritual, sino de toda la población se sucede a partir del siglo XI en Europa. Es entonces cuando el individuo, separado de familia, tribu o clan se piensa como individuo, que llegará luego a constituir el agente humano de la modernidad.

Para ello debieron sucederse varias reformas y contra reformas. Las elites ya no solo espirituales, sino en general, no creían en el mundo encantado del pasado lo que llevó a disciplinas de pensamiento y de conducta. Disciplinas cuyo propósito ya no solo era la reforma de la conducta personal, sino de la sociedad misma reformándola para ser más pacífica, ordenada e industriosa.

Edad Media edad de la luz

Piénsese en aquellos poblados iniciales de finales del primero milenio e inicios del segundo, conformados principalmente por los siervos que dejaron sus glebas. Las campanas de los monasterios cercanos o de las mismas Iglesias anunciando la liturgia de las horas. Se estableció así no solo una cadencia hacia el trabajo, sino de todas las actividades sociales. A esto se suman la complementariedad de las manos y la mente (trabajo manual y trabajo intelectual armonizados) lograda por las órdenes monásticas y que deriva luego en una clase artesanal reconocida.

Estas disciplinas de conducta acompañan las disciplinas de pensamiento. Disciplinas estas que gestan las teorías fundamentadas en un universo sometido a leyes inscritas por un Creador amoroso. Leyes que pueden ser conocidas por el ser humano dotado de la inteligencia necesaria para descifrarlas. Es lo que el pensamiento de la tan desacreditada escolástica logra demostrar. Es así como las rígidas estructuras de una sociedad feudal comienzan a resquebrajarse en esa Europa medieval.

Roberto Grossetest sacerdote franciscano que en el siglo XII antecede la teoría del Big Bang

Roberto Grossetest sacerdote franciscano

Primacía del individuo                                   

 Lentamente, se fue estableciendo un nuevo orden coherente e independiente. El desencantar el mundo trajo consigo una nueva uniformidad de propósito y principio. Al igual que el crecimiento y afianzamiento de un nuevo entendimiento de la existencia social, que le dio una primacía inusitada al individuo.

Este hecho, el querer rehacer la sociedad a partir de la primacía del individuo, en interpretación de Taylor, contribuyó a afianzar primero el imaginario moral y luego el imaginario social en la dirección del individualismo moderno. Esto se vuelve evidente en la nueva concepción del orden moral que emerge en la teoría moderna de la ley natural.

El pensar en la posibilidad de rehacer la sociedad a partir de la voluntad del individuo gracias a su relación directa con Dios y a la noción de bien más allá de la prosperidad, es una manifestación de la idea de progreso, así no se le llamará con ese nombre. Su importancia le fue provista por el Barón de Condorcet a finales del siglo XVIII quien relaciona el progreso con la ciencia y la tecnología.

En palabras de Taylor:

Esta gran desincorporación [disembbeding] ocurre como una revolución en nuestro entendimiento del orden moral. Y avanza acompañada por ideas del orden moral. Esta revolución nos desincorpora del cosmos sagrado del todo y ya no solo para una elite, como sucedió en la Era post axial del primer milenio. Nos desincorpora de lo social-sagrado y nos propone una nueva relación con Dios, como diseñador. Aunque de esta nueva relación también se puede prescindir, ya que el diseño que fundamenta ese orden moral puede verse como dirigido solo a la prosperidad humana común. (Taylor, 2012, p.43)

Pero no es prescindible del todo, ya que las nociones de prosperidad siempre serán sometidas a las exigencias de nuestro orden moral contemporáneo de: justicia, igualdad y no dominación. Porque la condición de la Era post axial es la de someter nuestras nociones de prosperidad a revisión permanente.

Prosperidad que en la cultura actual sometida a la ideología del progreso –que coloca en la ciencia y en la tecnología la solución a todos los problemas humanos—, lo que sumado a la idea de incompatibilidad entre fe religiosa y razón se tiene entonces el terreno abonado para una cultura crecientemente profana.

La Era post axial segunda que se inicia con la Ilustración –liberación de las ataduras de la Iglesia y de la Monarquía– y la Revolución Industrial –simbiosis entre técnica y ciencia—tiene en el COVID uno de esos momentos de revisión profunda de las nociones de prosperidad.

Hustle Culture – cultura del ajetreo.

Sí, porque la más reciente manifestación de la ideología del progreso el hustle culture –la cultura del ajetreo, estar siempre ocupado, no dejar un solo minuto para el ocio— y la cultura profana que lo acompaña,  quedaron cuestionados.

¿El hustle culture no solo como medio para la posesión –éxito económico–, prestigio –académico, jerarquía organizacional, literario, artístico–, y poder –“hacer lo que se me venga en gana” y que los demás lo acepten, sino como fin, es lo que el COVID ha derrumbado?

Luego nuestra pregunta inicial de si la indiferencia religiosa era una de las razones que llevan al tedio y al hastío de la cultura contemporánea, queda ampliada para incluir otras razones. Ya no solo la cultura profana que no suele hallarle propósito a la vida –tedio y hastío—sino la ideología del progreso –colocar en la ciencia y la tecnología la única razón de desarrollo humano—una de cuyas manifestaciones es la cultura del ajetreo contribuyen a explicar dicho tedio y hastío. Y es una Pandemia, que detiene el mundo y cuestiona un estilo de vida insostenible, la que nos hace caer en cuenta de las razones complejas para ese tedio y hastío.

Chesterton, G. K. (n.d.). St. Francis of Assisi. Arcadia Press.

Taylor, C. (2012). What Was The Axial Revolution? In R. N.

Bellah & H. Joas (Eds.), The Axial Age and its Consequences. Cambridge, Mass: The Belknap Press of Harvard University