Conocimiento, creencias y posverdad -Parte 2
Aceptemos las definiciones que la RAE ofrece para estos términos, comenzando por la posverdad: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.” Ahora para creencia tres son las acepciones: “a. Firme asentimiento y conformidad con algo; b. Completo crédito que se presta a un hecho o noticia como seguros o ciertos; c. Religión, doctrina.” Otras tantas acepciones para conocimiento que nos interesan: “a. acción y efecto de conocer; b. noción, saber o noticia elemental de algo; c. Entendimiento, inteligencia, razón natural.”
En la entrega pasada describimos cómo la ciencia avanza gracias a que los científicos creen en los resultados arrojados por otros científicos. Aquellos creen en la autoridad de estos.
Esperamos haber demostrado cómo la ciencia es compatible con las creencias. Ahora, describiremos el proceso por el cual las personas llegamos a creer.
Como en la primera parte, continuo con la traducción libre del libro de B.J. Lonergan Methods in Theology [1]
El proceso para creer es posible porque la verdad[2] no es un asunto privado sino público. No se trata de algo confinado en la mente de la persona que cae en cuenta de dicha verdad, si no es independiente de ella y, por lo tanto, comunicable.
En toda persona existe un querer, un ánimo y un deseo por conocer y por llegar a ser más. Lo que se refleja en el ejercicio de las operaciones de entender, discernir, juzgar y decidir que la persona lleva a cabo cuando aborda las preguntas ¿qué es esto? ¿Esto es así? Y sí, sí, entonces, ¿vale la pena? El término que Lonergan emplea para esta tendencia humana es el de que la persona se autotrasciende, ejerce su auto trascendencia cognitiva cuando manifiesta un juicio de hecho verdadero y ejerce su auto trascendencia moral cuando manifiesta un juicio de valor verdadero.
Ahora bien, no puedo darle a otra persona mis ojos para que vea, pero sí puedo contarle verazmente lo que veo para que lo crea. No puedo darle mi entendimiento, pero sí puedo contarle verazmente lo que he entendido para que ella crea. No puedo darle mi capacidad de juzgar, pero puedo contarle lo que afirmo o lo que niego, para que la persona crea.
Este es el primer paso en el proceso de creer. Tómese nota que dicho paso no lo da quien cree, sino la persona a quien aquella cree y que se halla dispuesta a comunicar lo que ve, entiende y juzga.
El segundo paso es el de un juicio de valor general. De una parte, la persona, acepta la división del trabajo necesaria en sus dimensiones sociales e históricas, que suceden cuando quiere conocer. De otra parte, reconoce la falibilidad del conocimiento humano. Sin embargo, no por eso regresa al estado primitivo, sino que colabora en el desarrollo del conocimiento, combatiendo el error y promoviendo la verdad.
El tercer paso es el del juicio de valor particular. Se refiere a la confiabilidad en la fuente, sea un testigo, o la competencia de un experto, o la congruencia de un profesor, un consejero, un estadista o una autoridad. El asunto es si fueron críticos con sus fuentes. Además, si ejercieron su auto transcendencia cognitiva de manera adecuada, al igual que su auto trascendencia moral, también de modo adecuado, es decir, son exactos y veraces en sus afirmaciones.
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Es posible que esas preguntas no tengan una respuesta directa, de manera que se debe recurrir a estrategias indirectas. Es decir, recurrirá a fuentes diversas, a expertos y autoridades. Estos se expresarán en distintas ocasiones con afirmaciones coherentes y probables; no solo consistentes entre ellas, sino con todo lo conocido hasta el momento por otras fuentes, expertos y autoridades. También es posible que se le formulen otras preguntas a las mismas fuentes, expertos y autoridades que darán pie para confiar en dichas fuentes, la competencia de los expertos, y la sensatez de los juicios de las autoridades. Si todo favorece el creer, excepto la probabilidad de ocurrencia de lo afirmado, debe preguntarse si el no creer obedece a la limitación de nuestro propio horizonte de conocimiento que, nos impide captar la esencia de esa probabilidad.
El cuarto paso es el de decidir si creer o no. Se trata de elegir producto de los juicios de valor particulares y generales. Aceptar que las creencias críticamente controladas constituyen un bien humano, lo implica correr un riesgo, sin embargo, eso es mejor que el regreso a tiempos primitivos. Corremos el riesgo en el momento de aceptar que tal o cual afirmación es creíble de parte de una persona razonable y responsable. Y si seguidamente integramos los juicios de valor, particulares y generales, que nos llevan a concluir que creer la afirmación es bueno, entonces, debemos creerla. Finalmente, este deber ser se actualiza por nuestra elección y decisión.
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El quinto paso es el acto mismo de creer. Acepto creer porque en mi mente juzgo verdaderos los juicios de hecho y de valor. Creo no tanto por el conocimiento que de modo inmanente poseo del asunto en cuestión, cuanto por el conocimiento inmanente que procede de otros. Este último conocimiento, producto del tercer paso (juicios de valor particulares), no es asunto solo de mi conocimiento inmanente, sino que es asunto, como lo es buena parte del conocimiento humano insistimos, del conocimiento humano de otros que, a su vez, se fundamenta en actos de creer de esos otros.
[El autor ilustra estos pasos con el uso las reglas de cálculo que los ingenieros emplearon por décadas antes del advenimiento de las calculadoras electrónicas. Como aquellas son desconocidas para las generaciones actuales emplearemos las calculadoras electrónicas para ilustrar su argumento.]
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El ingeniero, por sus estudios, conoce los fundamentos de las funciones matemáticas que emplea para sus cálculos. También, cree en los análisis del laboratorio sobre las propiedades de los materiales que empleará en sus diseños. Es posible que no conozca todo el entramado electrónico de la calculadora que emplea, pero confía en su marca y en la exactitud de los resultados de sus operaciones. En informes y planos ofrece al constructor los resultados de sus cálculos y diseños, quien a su vez cree en ellos y dispone materiales y el trabajo de operarios para llevar a cabo la obra. Los operarios creen en las instrucciones del constructor para llevar a cabo su labor. Finalmente, quienes habitan o emplean la obra, el edificio o puente, creen en el conocimiento de quienes participaron en todo el proceso descrito y habitan el edificio o cruzan el puente.
Es posible que el lector encuentre esta descripción sobre las creencias novedoso. Es posible que se sorprenda del papel desempeñado por las creencias en el conocimiento humano y del valor e importancia atribuido sin ser conscientes de ello. Si se hallare de acuerdo piense que no es un asunto de pasar de la ignorancia a la verdad sino de pasar del error a la verdad. Y si este fuere el caso pregúntese si el error era el de una creencia errada, creencia asociada con otras creencias erradas, que a su vez partían de creencias también erradas. Obsérvese que este cuestionarse críticamente no implica que todas nuestras creencias sean erradas. No, lo que implica es reconocer la creencia errada y cuestionarse hasta dónde llegó el contagio.
[Hasta aquí el argumento de Lonergan. Destaco el papel esencial desempeñado por las personas a las que se cree. Creer es un acto de la persona y por lo descrito parte de la voluntad y del entendimiento.
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Distingamos entre autoridad y potestad. Digamos que la autoridad es el conocimiento socialmente reconocido y, en cambio, la potestad es el poder socialmente reconocido.[3] Hay mayor probabilidad de creerle a una persona con autoridad que a la que ejerce potestad. A esta última, según sean nuestras circunstancias, se le obedece si es el caso que ella sea mi jefe, un profesor, el gobernante o el legislador. Pero también le creo, sí considero que tiene autoridad. Esta sutil distinción es lo que nos introducirá al tema de la posverdad que trataremos en la tercera parte de este escrito.]
[1] La sección 5 Beliefs del capítulo 2 The Human Good en Methods in Theology. 1979 Toronto: University of Toronto Press.
[2] En la 3a entrega trataremos el tema de la posverdad que ya hemos definido. Para la RAE verdad es la: a. conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente. b. Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa. c. Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna. d. Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente.
[3] Esta idea se la escuché a Alvaro d’Ors en la Universidad de Navarra. Junio 1999.
Ver Conocimientos, creencias y posverdad Parte 1
Ver Conocimientos, creencias y posverdad Parte 3
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