Conocimiento, creencias y posverdad – Parte 3

Aceptemos las definiciones que la RAE ofrece para estos términos, comenzando por la posverdad: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.” Ahora para creencia tres son las acepciones: “a. Firme asentimiento y conformidad con algo; b. Completo crédito que se presta a un hecho o noticia como seguros o ciertos; c. Religión, doctrina.” Otras tantas acepciones para conocimiento que nos interesan: “a. acción y efecto de conocer; b. noción, saber o noticia elemental de algo; c. Entendimiento, inteligencia, razón natural.”

En la primera parte describimos cómo la ciencia avanza gracias a que los científicos creen en los resultados arrojados por otros científicos. Aquellos creen en la autoridad de estos. 

Demostramos cómo la ciencia también depende de creencias.  En la segunda parte describimos el proceso por el cual las personas llegan a creer. En esta tercera parte describimos lo que entendemos por “posverdad” (Amón, 2016) y algunas de sus consecuencias en la cultura contemporánea.

El proceso por el cual las personas creen a otras, demuestra la importancia de la probidad –indispensable- que debe tener a quien se cree. Esto lo señalamos en las dos partes anteriores de este ensayo. Los científicos constituyen la comunidad donde esa probidad es indispensable para el avance de la ciencia.

Las ciencias naturales experimentales, las que indagan los procesos y elementos de la vida no humana y todo lo relativo al mundo no orgánico, ofrecen la mayor garantía sobre sus hallazgos. Lo publicado por un científico o equipo y que sea replicable por otros, garantiza la veracidad o falsedad de lo afirmado por los primeros.

Las ciencias sociales que indagan sobre la persona humana y su comportamiento individual o social lo tienen más difícil. Estas parten de un supuesto o axioma: la existencia o no de la libertad humana. Los primeros, afirmo, caminan con cautela y prudencia por entre los esfuerzos de sus indagaciones, ya que esa libertad les impide afirmar leyes “de hierro». Los segundos, al negar esa libertad, anticipan comportamientos individuales o sociales para operar sobre las tendencias, tanto individuales como sociales. Con esto no niego las contribuciones de la psicología, la psiquiatría, la sociología, la economía y la ciencia política en su comprensión del hombre y la sociedad. Descubren probabilidades emergentes que no son leyes al modo como las entendemos en la naturaleza no-humana.

La pandemia reciente es el mejor ejemplo. De una parte, la relación íntima entre lo humano y lo no-humano y cómo el hombre no se halla en control total de su vida y lo que la rodea. De otra parte, cómo ninguna de las ciencias sociales anticipó los comportamientos que se dieron. Los Estados operaron por ensayo y error decretando cuarentenas de menor o mayor intensidad, según el caso. Los encierros forzados generaron toda suerte de situaciones imprevistas. Parejas no acostumbradas a permanecer juntas tanto tiempo, unas terminaron separándose, otras apreciando la compañía del otro. Algo semejante sucedió a nivel de familias. También, surgieron problemas mentales en adultos, adolescentes y niños.

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Las ciencias económicas y las finanzas cambiaron sus supuestos a diario, con el fin de ofrecer alguna interpretación a la realidad incierta que se vivía. Y si esa fue la situación durante la pandemia, dos años después de iniciada, cuando todo indicaba circunstancias más estables, Rusia invade Ucrania, elevando nuevamente la incertidumbre a niveles insólitos.

Con este ejemplo, ilustramos la precariedad de la vida humana. También señalamos cómo la ciencia, cuyo método experimental permite replicar experimentos en diferentes lugares, corrobora o falsifica las hipótesis. El caso de la fabricación acelerada y masiva de vacunas y su aplicación en un año a una décima parte de la población mundial demuestra su acierto.

No sucede igual con las políticas públicas fundamentadas en las especulaciones de las ciencias sociales, incluida la economía. No existe tal “replicabilidad de experimentos”. Es la intuición, el carácter y la experiencia de gobernantes y funcionarios lo que explica los aciertos o desaciertos en materia del gobierno de los pueblos.

La limitación predictiva de las ciencias sociales no invalida su capacidad interpretativa de los acontecimientos pasados. Dicha interpretación parte de marcos conceptuales, modelos mentales, supuestos sobre el comportamiento del hombre. Relata la historia, lo sucedido y, aunque sujeta a los presupuestos del historiador, contribuye a una mejor comprensión del hombre y lo social. Pero no tiene el poder predictivo de las ciencias naturales experimentales, a pesar de la creciente sofisticación de disciplinas como la probabilidad y la estadística.

Parto entonces de esta limitación de las ciencias sociales: la libertad de la persona humana cuestiona la capacidad predictiva de ellas, aunque considero que la historia escrita o relatada contribuye a la comprensión de dicha persona y de la sociedad.

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¿Cómo explicar entonces el auge de la posverdad? Recordemos que empleamos la definición de la RAE: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.”

Esperamos haber abundado en el término conocimiento, creencia y verdad. De esta última aceptamos la acepción de la RAE “conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente”. No estamos de acuerdo con la segunda acepción: “Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa.” Esta genera la ambigüedad de la posverdad, porque puedo pensar y sentir cualquier cosa y comunicarla y, por ende, hacerle creer a otros que es una “verdad”.

El problema radica al darle prelación a nuestras emociones como jueces de algo que se presume “verdad”. Suelen aceptarse seis emociones: el enojo, la tristeza, el desagrado, el miedo, la alegría y la sorpresa. Es una “alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática.” [RAE]

En el 2016, el diccionario de Oxford consideró “posverdad” como la palabra del año, no por eso ha de creerse que el hecho antes hubiera sido inexistente. No, la demagogia, una de las tantas formas de “posverdad” existe desde el inicio de la historia humana. Entonces, ¿Qué es lo nuevo?

Que, si el ágora era la plaza en las ciudades griegas donde estaba el conocimiento y que en la Antigüedad se empleaba dicha práctica, hoy el “ágora” son las redes sociales. Los portales de cualquier persona, los youtubers, influencers conforman el equivalente de una “plaza pública”, de la “opinión pública”. Y la opinión del lector la ofrece con un like, número de estos cuya proporción se considera es la verdad. El problema es que los likes son producto más de la emoción que dé la razón.

No que las emociones siempre se equivoquen.  No, Pascal (filósofo y matemático francés del siglo XVII) se refería a que “el corazón tiene razones, que la razón desconoce”. Razones que pueden ser verdaderas. El problema es creer que algo es veraz porque el número de likes es alto.

Antes de la imprenta y al no existir libros, sino copiados a mano, desde el advenimiento del cristianismo, la Iglesia estableció el nihil obstat e imprimatur, autorización emitida por un obispo sobre que, la obra en cuestión se hallaba libre de errores doctrinales. Con el advenimiento de la imprenta y en particular del protestantismo, dicha medida se erosionó.

Imprimatur

Tomado de : Wikimedia.org

Sin embargo, un siglo después del invento, la Inquisición española estableció el Index librorum prohibitorum, una lista de libros que la Iglesia consideraba atentaban contra la fe. Hubo varias ediciones del “Índice” hasta 1851.

Para la cultura contemporánea esto es un sinsentido, porque entre los factores que propician, por ejemplo, “el libre desarrollo de la personalidad”, se halla cualquier medio escrito, oral o visual que el joven desee conocer y al que debe tener acceso.

Luego, la idea de orientar al joven con lecturas, videos y conversaciones que contribuyan a su desarrollo, en medio de un adecuado proceso de maduración corporal, intelectual, moral y espiritual, se halla en desuso. ¿Es posible correlacionar estas prácticas con el incremento de enfermedades mentales y suicidios de jóvenes?

Con la excepción de jóvenes superdotados, para el común que desee ser un científico, por ejemplo, deberá cursar varios años de estudio severo hasta familiarizarse con el discurso de una disciplina y probar su capacidad con los resultados de sus experimentos y publicaciones en revistas especializadas. Donde los editores de estas someten la publicación a un riguroso escrutinio sobre los procedimientos empleados y la veracidad de los resultados.

Dichos editores desempeñan el papel que los obispos de antaño ejercían para autorizar el nihil obstat imprimatur. Y en algún modo, al rechazar un artículo generan un equivalente al Index de la Inquisición española. Artículos que no deben ser leídos porque atentan contra el orden acordado por los científicos que conforman la disciplina en cuestión.

Esto es válido para la ciencia y la tecnología que se deriva de ella, pensamiento y artefactos que tanto beneficio traen a la humanidad. ¿Por qué creer que el desarrollo moral de un joven no debe ser ordenado y pausado, según las etapas de madurez moral en que se halle?

No esperemos mucho de jóvenes con acceso indiscriminado a datos e información[1], imágenes y textos que hacen mella en su ser, pero que no contribuyen a su edificación moral y menos a su educación corporal, intelectual y espiritual.

Dicho esto, sobre los jóvenes, no se crea que los adultos, buen número de los cuales también son adictos a las redes, cuando no a la pornografía, al no cultivar un pensamiento crítico[2] se encuentran libres de las fauces de la posverdad.  

Vladimir Putin

Tomado de : Vox.com

Concluimos que quedan solo unos pocos reductos donde las personas tengan a la mano autoridades que las orientan en su búsqueda de la verdad. Uno de estos son las prácticas de la ciencia, cuyas publicaciones referidas ofrecen alguna garantía de consenso; relacionado con estos se halla toda la educación formal, sin embargo, esta puede ser presa de regímenes que “educan e informan” al servicio de ideologías; otros en las organizaciones y empresas a quienes se les considera “autoridades” debido a su conocimiento probado.

Finalmente, los creyentes ya no solo en la ciencia y/o sus líderes, en las empresas y organizaciones, sino a sus autoridades religiosas. Los budistas a sus lamas y maestros; los musulmanes a sus imanes; los judíos a sus rabinos; los protestantes a los líderes de su comunidad, iglesia y confesión; los católicos a la Santa Madre Iglesia manifestada en el Papa y los obispos.

Queriendo con ello decir, que sí existen fuentes de verdad que exigen estudio, pensamiento, reflexión, además de acoger las prácticas debidas. Y en el caso de las religiones, oración, meditación y contemplación.

[1] Si aceptamos que la información son los datos estructurados para tomar decisiones y el conocimiento, la información estructurada par anticipar consecuencias, entonces entendemos por qué la educación formal contemporánea ofrece más información que conocimiento.

[2] “Pensamiento crítico es ese modo de pensar –sobre cualquier tema, contenido o problema– en el cual el pensante mejora la calidad de su pensamiento al apoderarse de las estructuras inherentes del acto de pensar y al someterlas a estándares intelectuales.” [Paul, Richard y Elder, Linda. 2003. La mini-guía para el Pensamiento crítico Conceptos y herramientas. Fundación para el Pensamiento Crítico. www.criticalthinking.org]

Amón, R. (2016, November 17). “Posverdad”, palabradel año. El País. Retrieved from https://elpais.com/internacional/2016/11/16/actualidad/1479316268_308549.html

Ver Conocimientos, creencias y posverdad Parte 1

Ver Conocimientos, creencias y posverdad Parte 2