Tradición y revolución – Parte 2

Colombia, en medio de una expresión democrática transparente, vivió unas elecciones presidenciales donde los dos candidatos procedentes de ideologías políticas opuestas ofrecían cambios radicales.

Esta pretensión del cambio radical vale la pena contrastarla con una institución que el común considera retardataria: la Iglesia Católica. Y no solo en ciertos ámbitos políticos, si no especialmente académicos, suele tachársele como una institución inflexible y por ello causante de los males sociales que las distintas ideologías políticas pretenden curar, por no hallarse aquella a la altura de los tiempos.

Las ideas de Thomas Merton, monje trapense y autor reconocido, en su libro New Seeds of Contemplation escrito hace seis décadas[1], vienen al caso.  Ofrezco una traducción libre de uno de sus capítulos con algunas anotaciones que coloco en corchetes […].

En la 1ª parte avanzamos razones por las que la Tradición de la Iglesia es compatible con la revolución que se halla en las raíces del mensaje y vida cristiana. En esta 2ª parte reflexionamos alrededor del tema de los dogmas de la Iglesia y su propósito.

Nos apoyamos nuevamente en el capítulo sobre “Tradición y revolución” del texto de Merton citado arriba. Iniciamos apoyándonos en las acepciones que la RAE trae para la palabra “dogma”.

 Del lat. dogma, y este del gr. δόγμα dógma.

  1. m. Proposición tenida por cierta y como principio innegable.
  2. m. Conjunto de creencias de carácter indiscutible y obligado para los seguidores de cualquier religión.
  3. m. Fundamento o puntos capitales de un sistema, ciencia o doctrina.

 [Observamos que el término, en sus acepciones de fundamento de un sistema, ciencia y doctrina o de proposición tenida por cierta y como principio innegable, no solo se aplica a las religiones, sino a sistemas de pensamiento y a la ciencia misma. Los dogmas que se relacionan con la religión suelen ser explícitos tanto para creyentes como para quienes no lo son y que estos suelen rechazar con vehemencia. En cambio, los “dogmas” de la ciencia y de otros sistemas de pensamiento suelen hallarse ocultos para el común de sus seguidores. Más adelante ofrecemos algunos ejemplos]

Ahora sí, el texto de Merton.

“La noción de dogma suele aterrar a las personas que no entienden la Iglesia. No conciben que una doctrina religiosa se halle revestida de proposiciones claras, concretas y categóricas, sin que a la vez deriven en rigidez e inercia que le roban su vitalidad. Huyen de tal concepción refugiándose en sistemas de creencias ambiguos y vaporosos; sistemas en que las verdades vacilan, varían y se esfuman como sombras. Crean su selección personal de fantasías conciliadas con su pensamiento decadente. No sacan a la luz sus nociones y concepciones por temor a revelar la futilidad de estas.

Algunos de ellos simpatizan con místicos católicos creyendo que estos lograron la cima de contemplación desafiando el mismo dogma católico. Le atribuyen su intensa unión con Dios a un supuesto rechazo de las enseñanzas de la Iglesia.

Sin embargo, la unión y conocimiento profundos de Dios que dichos santos alcanzaron se debe precisamente a la enseñanza autorizada de la Iglesia. Dicha autoridad es la que fomenta y guarda esa tradición.

 

La Fe es el primer paso hacia la contemplación. La Fe comienza con el consentimiento a la enseñanza de Cristo por medio de su Iglesia. “Fides ex audit, qui vos audit, me audit.” “La Fe es escucha. Aquel que te escucha, me escucha a Mi.” Luego a la Fe se llega por la escucha [a otros que la poseen].

No es la definición dogmática escueta la que le arroja luz a la mente del católico que contempla [que lee, medita y ora]. 

Rome_basilica_st_peter

Por  Mattana (Crop of original picture) – File:Rome basilica st peter 011.JPG, Public Domain, tomado de: Wikimedia.org 

En cambio, es el consentimiento al contenido de esa definición lo que deriva en una penetración vital, personal y en ocasiones incomunicable de la verdad sobrenatural que ella expresa. Comprender de este modo es un don del Espíritu Santo que se funde en la Sabiduría emanada del Amor, que posee la Verdad en su esencia infinita, es decir, posee al mismo Dios.

Los dogmas de la Fe católica no son simples símbolos a vagas racionalizaciones que se aceptan como incentivos arbitrarios para comportarnos moralmente bien. Y menos verdad es que cualquier otra idea haría lo propio a lo que ofrecen los dogmas considerados; o que cualquier pensamiento piadoso también haría lo propio para fomentar una vida moral, que seguramente serà informe.

Los dogmas definidos y enseñados por la Iglesia Católica poseen un significado preciso y positivo. Quienes deciden vivir una vida espiritual íntegra cuentan con la gracia para estudiar [leer, meditar, orar] y acoger dichos dogmas. El camino ordinario y más expedito a la contemplación es el de la comprensión del dogma.

[Estas afirmaciones incitaron a los gestores de la Ilustración europea, quienes a partir de finales del siglo XVIII embistieron, con todas las armas que su lógica les permitía, contra la “tradición” en general, y en particular la tradición de la Iglesia católica. Para algunos de ellos, la persona debía ejercer su razón libremente, sin autoridad alguna que lo influyera. Lo irónico del asunto es que la misma Ilustración derivó hoy también en su propia tradición. Tradición que la academia y educación superior se encarga de guardar.

David_Hume

Tomado de Wikipedia.org

Merton ofrece caminos para que el creyente navegue por entre estas agitadas aguas contemporáneas y propone que…]

“Todo el que pueda debe adquirir algo de la penetración que poseen los teólogos y así apreciar el verdadero sentido del dogma. Todo creyente cristiano debe procurarse una comprensión profunda de su creencia en función de su estado y las circunstancias de su vida. Lo que significa que todo cristiano sea capaz, de una parte, de respirar el aire puro de una tradición ortodoxa. De otra, de explicar su creencia en los términos adecuados y cuyo contenido sea el de ideas francas y sinceras.

A la contemplación auténtica no se llega por un esfuerzo mental. Al contrario, una persona podría extraviarse en el bosque de términos técnicos que les conciernen sólo a los teólogos profesionales. Dios dota a los teólogos de un deseo humilde que no se satisface con fórmulas y argumentos, pues busca algo más cercano a Dios que lo que las analogías proveen.

Este deseo sereno del espíritu penetra la superficie de las palabras y va más allá de la formulación de misterios. Es en el silencio humilde, en la soledad intelectual y en la pobreza interior que se busca el don de la comprensión sobrenatural que las palabras no pueden significar.

Dicho deseo no reposa en el esfuerzo que argumenta sino en la Fe. Comprende la Verdad, no en el ruido de discursos ni en la precisión de definiciones; sino en la obscuridad diáfana de una intuición singular que integra todos los dogmas en una Luz única. Esta proviene de la eternidad de Dios e ilumina el alma sin mediación de conceptos, ni la intervención de símbolos o lenguaje o la semejanza con cosas materiales.

Aquí la Verdad es Uno a Quien no sólo conocemos y poseemos sino por Quien somos conocidos y poseídos. Aquí la teología deja de ser un cuerpo de abstracciones y se transforma en la Realidad Viviente que es el mismo Dios. Él se revela a nosotros en el don total de nuestra vida a Él. Aquí la luz de la verdad no existe tanto para que nuestro entendimiento la aprehenda, cuanto para revelar a Quien y por Quien existen todas las mentes y los espíritus. Y la teología no se inicia hasta tanto hayamos transcendido el lenguaje y los conceptos de los teólogos.

Esta es la razón por la cual Santo Tomás detuvo su redacción de la Suma Teológica sin terminarla y desencantado exclamó que toda ella era “como paja”.

St-thomas-aquinas

Tomado de: Wikipedia.org

in embargo, cuando quien medita y comunica la profundidad de su experiencia divina a los demás se halla ante el escollo de emplear el lenguaje de los teólogos. De no hacerlo, difícilmente logra la claridad y carácter de la tradición católica.

De ahí que sea indispensable tener cuidado de los autores para quienes la teología es “pura paja”, sin que jamás se hayan tomado la molestia de estudiar tan solo un párrafo de ella.

 [¿Por qué son oportunas estas ideas seis décadas después de escritas? ¿Por qué es pertinente argumentar que las limitaciones de la acción humana, en particular cuando los poderosos anuncian revoluciones para transformar la sociedad, terminan oprimiendo a sus poblaciones?

De una parte, porque es necesario recordarle a las generaciones jóvenes, tan dadas a creer a la ciencia como única forma de conocimiento, que sin ir muy lejos en el tiempo,  sus abuelos mismos y padres presenciaron el descalabro de las revoluciones del siglo pasado. Todos los pretendidos cambios revolucionarios fueron un fracaso y al precio de millones de vidas humanas. Los nombres de Adolf Hitler, Joseph Stalin, Mao Zedong, Fidel Castro, Mobuto Sese Seko[2] son los más sobresalientes.

Esto no niega la existencia de líderes, verdaderos estadistas, que contribuyen a la transformación de sus sociedades. Cambios que no fueron anunciados como “revolucionarios”, pero que sí demostraron lograr mejores condiciones de vida para sus poblaciones. 

Barack_Obama

Tomado de: Flickr.com

La afirmación de Merton, donde corrobora los casos mencionados que terminan en la opresión de poblaciones, se refiere a “un cambio profundo, por lo general violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional”, lo que la RAE entiende por “revolución”. Esto no garantiza el cambio radical de las personas, que es a lo que Merton se refiere como revolución verdadera. Él lo pone en términos de un cambio en la interioridad de la persona, cuando esta cae en cuenta de ser presa de su entorno y hallarse al servicio de intereses de otros y no pretendidos por ella.

De otra parte, entre los temas a los que la tradición de la Ilustración se opone con vehemencia es a la afirmación de la índole caída del ser humano, de su vulnerabilidad moral. Dicha oposición es razonable, ya que ante este profundo misterio no existe ni ciencia social, ni ciencia genética o médica que demuestre eliminar dicha vulnerabilidad. Todas las religiones universales la aceptan y ofrecen medios para combatirla. Y la combaten a partir de, ahí sí, “cambios radicales” de la interioridad de la persona.

Michelangelo

Tomado de: Wikipedia.com

Finalmente, lo anunciado al inicio de este escrito relacionado con algunos ejemplos de “dogmas” de la ciencia y de otros sistemas de pensamiento. Recordemos la definición de la RAE con la que iniciamos este escrito.  

  1. m. Proposición tenida por cierta y como principio innegable.
  2. m. Conjunto de creencias de carácter indiscutible y obligado para los seguidores de cualquier religión.
  3. m. Fundamento o puntos capitales de un sistema, ciencia o doctrina.

 Ejemplos de dogmas a los que podemos referirnos en la ciencia y que aluden a la primera y la tercera acepción de esta definición son la existencia de un orden en el universo. Sin este orden no existirían leyes (gravedad, termodinámica, etc.) y nadie perdería su tiempo explorando sus consecuencias. Para la economía, la relación entre oferta y demanda y su correspondencia con los precios. Para la teoría de la evolución, el azar y la selección natural como factores explicativos de las transformaciones orgánicas.

A_stellar_black_hole

Tomado de: Wikimedia.org

Toda ciencia parte de supuestos que constituyen sus principios fundantes y sin los cuales nunca hubieran avanzado lo que han logrado. Son “dogmas” que sus seguidores consideran irrefutables y a partir de los cuales se elaboran tradiciones.]

[1] Merton, Thomas, New Seeds of Contemplation. New York: New Directions Book. 1962.

 [2] Merton, Thomas, New Seeds of Contemplation. New York: New Directions Book. 1962