Paternidad responsable
En la cultura contemporánea, cada vez más, la figura del padre de familia pierde vigencia. Sin embargo, Jesucristo, Hijo del Padre Celestial, tuvo un padre terrenal que contribuyó a forjarlo como hombre. ¿Si Dios como Hombre requirió un padre humano, cuánto más nosotros simples criaturas no lo requerimos?
¿Basta ser proveedor de los alimentos para ser padre responsable?
Durante el gobierno de uno de los pocos estadistas del siglo pasado, Carlos Lleras Restrepo, se promulgó la Ley 75 de 1968 por medio de la cual se reconocía los hijos naturales y se obligaba al padre proveer el sostenimiento básico de su hijo.
En ese entonces se creó el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) conformado por los defensores de menores adscritos al Ministerio de Justicia, nutricionistas e investigadores del Instituto Nacional de Nutrición y una nueva dirección de Promoción Social para monitorear los auxilios dados por el Estado a las instituciones de beneficio común. La consolidación del Instituto tomó algún tiempo. Se logró creando regionales en algunos departamentos, donde la coordinación de todos esos entes se facilitaba.
En medio siglo de existencia, el ICBF ha cumplido su función de defensa de las madres solteras y cabezas de familia. Su programa de Madres Comunitarias ha contribuido a la buena nutrición y actividad preescolar de millones de niños en esas edades.
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Ha sido una labor asistencial laudable. Sin embargo, para la cuota alimentaria que el padre, que reconoce su hijo, debe suplir a la madre soltera, vale la pregunta si eso basta como “paternidad responsable” ¿No es acaso indispensable la presencia, obrar y amor del padre para la sana educación del hijo?
Jesucristo se forjó como hombre
El Papa Francisco redactó una oración a San José que reza entre otras frases la de “[…] A ti San José Dios confió a su Hijo, en ti María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre […]”.
Es un profundo misterio el cómo Dios le confía su Hijo no solo a una Virgen, sino a un hombre desposado con ella. Hombre que sabemos fue un sencillo carpintero y en el cual la Madre de Jesús confió como esposo. Ahora bien, para que José contribuyera a forjar a Jesús como hombre, debió partir de su ejemplo, su amor, sus exigencias y correcciones al Niño, luego al adolescente y al adulto joven.
Sabemos por el Evangelio que la Sagrada Familia vivió toda suerte de vejaciones. Se exilaron en Egipto. De vuelta a Nazareth vivieron en tal sencillez que luego, durante la vida pública de Jesús, sus vecinos se resistían a creer en su sabiduría. De un carpintero y una mujer del común no podían surgir en su hijo tales cualidades, pensaban aquellos.
“Se forjó como hombre” exigía la presencia del padre. El Espíritu Santo y el Padre Celestial hicieron lo suyo desde la Eternidad. Pero para forjar a Cristo como hombre fueron indispensables el padre y la madre terrenales.
Es la lección que nos dejan los Evangelios. La familia la conforma una mujer, un hombre y los hijos. Y esta tríada es fundamental para la sana educación de estos. Es lo que hoy se combate con toda suerte de estrategias.
Estrategias para combatir la familia natural
En primer lugar, los medios de comunicación, las redes sociales y la cultura imperante imponen modelos de transformación de los sexos. La idea imperante desde que se conoce la historia escrita de poseer las personas una naturaleza común, la naturaleza “humana”, se considera obsoleta. Se pretende hoy que cada cual tenga el derecho de establecer su “naturaleza” y “sexo”.
En segundo lugar, la ideología de género en su afán por afirmar ya no solo el valor de lo femenino, sino su supuesta superioridad sobre lo masculino, denigra la función del padre. Uno de los extremos es el de la madre, que compra el semen de un varón NN, fecunda sus propios óvulos y asume el rol de madre y “padre” a la vez.
En tercer lugar, no debiendo la sociedad discriminar a ninguno de sus integrantes por raza, sexo, preferencia de identidad, se vienen dando toda suerte de arreglos y configuraciones de parejas amparados por la ley, y que se autodenominan “familia”.
En cuarto lugar, las ciencias sociales y en particular la psicología venía documentando los efectos negativos sobre los hijos de parejas naturales que no se entienden ni se aman. Estudios y publicaciones que cada vez más se hallan en desuso por referirse a la familia natural.
Sin padre o madre no hay familia ¿o si?
Para la Iglesia, el matrimonio se sucede entre un hombre y una mujer. El amor conyugal como donación de personas posee no solo una función unitiva, sino generativa. El amor entre esposos y para con los hijos y de estos para con los padres es un asunto de la mayor trascendencia al punto de rayar en lo sagrado. Todo ello en el ámbito de un sacramento hace del matrimonio un invento divino. Posible solo por la gracia de estado que Dios concede a la pareja.
Forjar de los hijos, hombres y mujeres, agregaría: personas de bien, amantes y agradecidos con el Creador, al servicio de sus semejantes y buenos ciudadanos, es tal vez la mayor responsabilidad que al ser humano se le encomienda.
Como padres y madres simplemente transmitimos la vida, no la creamos, es Dios quien la otorga.
¿Como criaturas que somos hay algo más sublime?
¿Y en todo el elenco del obrar humano hay algo de mayor exigencia en humildad, que el entregar los hijos a la Vida cuando se ausentan para emprender su propio camino?
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