De Trascender-se moralmente
En la entrega pasada exploramos una de las dimensiones del dominio de sí, el trascender-se intelectualmente. En esta entrega exploramos el trascender-se moralmente. Se trata del salvavidas a las que el náufrago moral puede asirse. Recordemos la descripción que en las entregas recientes hicimos del náufrago. La persona que no piensa por sí misma, no tiene voluntad propia y por eso todo lo imita y se deja arrastrar por las modas y los demagogos, no conoce sus talentos y termina haciendo tareas que no le vienen bien.
El náufrago moral no suele tener voluntad propia, es decir, no tiene dominio de sí.
El avanzar intelectual y moralmente requiere gran esfuerzo. Todo ser humano, si bien cuenta con estupendas posibilidades de desarrollo en ambas dimensiones, cuenta también con un lastre: el de su pereza mental y qué no decir de su vulnerabilidad moral.
Nuevamente, nos apoyamos en un aparte de la conferencia que Bernard Lonergan ofreció en octubre de 1974 a Hobart and William Smith Colleges en Geneva, Nueva York[i]. Hacemos una traducción libre que además glosamos.
Imaginemos una pareja víctima de las asonadas tanto de paramilitares como de narcoguerrilleros. Huyeron de sus campos y viven ahora en la ciudad. Un día que se hallaban sentados en la banca de un parque, con sorpresa, observan que en otra banca se sentaron un par de sujetos que reconocieron como sus victimarios. La pareja los mira con rabia, como diciendo: “¿Y Uds. qué derecho tienen de estar aquí?”
Los victimarios, ahora reinsertados, evadieron las miradas acusatorias de las parejas.
El autor[ii] del cual hemos hecho una adaptación a nuestras circunstancias, pretende con este ejemplo describir la complejidad de una situación ética. Plantea en medio del mundo objetivo dos juicios morales subjetivos. El de la pareja acusatoria y la evasión de sus miradas por parte de los victimarios. Dicho autor ofrece la siguiente reflexión al respecto.
a) No hay nada oculto en el mundo moral. Siempre se alaba o se culpa. Alabando lo que se considera bueno y culpando lo que se considera errado o malo.
b) Lo bueno y lo malo se dan testimonio mutuo el uno del otro. La mirada acusatoria de la pareja no garantiza que se hallen en lo correcto. Los victimarios se consideran inocentes, pues obedecían órdenes de sus respectivos comandantes, quienes los obligaban so pena de ser ejecutados.
c) La evasión. Todo ser humano procura evadir su culpa. Delega hacia arriba o hacia abajo o hacia los lados. Lo más seguro es dejar que la primera piedra la lance alguien sin pecado.
d) Pretensión. Pero si le es imposible evadir su culpa, procura entonces justificarse atribuyéndola a la búsqueda de un bien superior, o a unas circunstancias extenuantes, o al ejemplo de otros mejores, o a la hipocresía de sus enemigos. Finalmente, se justifica diciendo para sus adentros: “para sobrevivir en un mundo de granujas hay que serlo también.”
e) Ideología. En un sentido, es para los que no piensan un pensamiento sistemático. En otro, para los que analizan, se trata de una justificación sistemática: un pensamiento elaborado para defender, justificar, legitimar un estilo de vida inaudito, una organización económica, un gobierno político y social también inauditos. Aquí se trata de un juicio moral de reprobación tanto al pensamiento como a la acción que dicho pensamiento legitima.
f) Impotencia. El adulto suele despreciar los alegatos entre niños, sin embargo, es lo que él hace cuando quiere entender las razones de los conflictos armados entre pueblos. Ya que dicho entendimiento requiere investigar, allegar datos, comprobar su evidencia. Asunto que pocos se hallan dispuestos a llevar a cabo.
Esta impotencia mayor vale como impotencia menor en el caso individual de cada persona. El obrar con virtud (personificar valores) requiere juicios sensatos y buena voluntad. No se nace con ello. Debe desarrollarse, lo que requiere tiempo y esfuerzo. Esfuerzo que, a su vez, requiere juicios adecuados y buena voluntad.
Pareciera entonces algo imposible de lograr: el que para lograr algo se requiera ese mismo algo.
Sin embargo, existe otra interpretación para lograr el ser moral, la de trascender-se. Veamos cómo.
El trascender-se moral
Hemos dicho que existen preguntas para la inteligencia que fomentan (impulsan) nuestra forma de ser desde el mundo de nuestros sentidos, impresiones, imágenes y sentimientos al mundo de la inteligencia, descubrimiento y perspectivas sin límite alguno. Por ejemplo, cuando entendemos lo que nos permite el algebra y la limitación de la aritmética.
En segundo lugar, se encuentran las preguntas para la reflexión que impulsan nuestra forma de ser desde el mundo de los sentidos y la inteligencia hacia el mundo de lo racional, en que uno discierne clara y eficientemente entre los hechos y la ficción; por ejemplo, entre la astronomía y la astrología, o la química y la alquimia, o la historia y la leyenda, o la filosofía y el mito, o entre la ciencia y la ideología. Por lo general, los náufragos no logran estas distinciones.
En tercer lugar, hay preguntas para deliberar que son de dos tipos: las preguntas del egoísta que solo averigua por aquello que le toca a él o al grupo del cual forma parte.
Y las preguntas de índole moral que indagan lo que vale la pena, lo que es verdaderamente bueno y no solo aparentemente bueno. El adicto ofrece un ejemplo claro del que considera su adicción como algo bueno; que mejor sabe el que no lo es, se trata de algo solo aparentemente bueno.
Estos conjuntos de preguntas son prácticos, ya que alrededor de ellas giran los cursos de acción que se adoptarán y que se seguirán. Dichos conjuntos también son interpersonales, pues las vidas de otras personas se verán afectadas para bien o para mal según sean las respuestas dadas. Nuevamente, el caso del adicto cuyo comportamiento afecta a todos los integrantes de su familia.
Y lo son también existenciales, ya que determinan lo que la persona es y será.
Qué es un egoísta
Pero dichos conjuntos además de compartir estos elementos difieren radicalmente en otros aspectos. Si las preguntas y sus respuestas son como las del egoísta, eso prueba que no ha logrado encaminarse en trascender-se. Hará parte de la creciente población mundial de los náufragos morales. Se convertirá en un modesto contribuyente en la masiva competencia económica y política de egoístas.
En cambio, si las preguntas y respuestas son como las de la persona que no obra por satisfacciones, sino por valores, el panorama se transforma. Se trata de quien conoce valores y se propone personificarlos.
Valores morales
¿A qué nos referimos por valores? A aquellas pautas de conducta humana libremente escogidas que no solo hacen previsible el comportamiento mejorado de quien los personifica, sino que contribuyen a la convivencia de los grupos de los que hace parte. Consideremos como valores los vitales, por ejemplo, los de la salud y aquellos relativos a las habilidades de la persona, como, por ejemplo, el profesionalismo, la tolerancia, la responsabilidad. Como valores sociales, los que una comunidad considera aceptables para la convivencia. Por ejemplo, el respeto, la honestidad, la justicia. Y, finalmente, como valores culturales, los que hacen que las metas sociales y la satisfacción de las necesidades vitales valgan la pena.
Ahora bien, cuando la aceptación de los valores priman sobre las satisfacciones, significa que la persona se inicia en el trascender-se. Con ello se vence la carnada del deseo y el garrote del temor; se inicia como principio de benevolencia y beneficencia. Con otras palabras, una persona auténtica cuyas palabras y obras invitan a quienes la conocen también a aspirar el trascender-se y convertirse en persona auténtica.
[i] Bernard Lonergan “Self-transcendence: Intellectual, Moral, Religious” en Collected Works of Bernard Lonergan: Philosophical and Theological Papers 1965—1980. Vol 17. Toronto: University of Toronto Press. 2004 pp. 313-331
[ii] Poole, Roger Towards Deep Subjectivity. London: Allen Lane / Penguin Press, 1972 and New York: Harper Torchbooks, 1976