La nostalgia del cuerpo que se deja

El morir no es un evento como cualquier otro de nuestra vida. Como tampoco lo es qué pensemos sobre el modo como nos labramos nuestro destino o qué pensemos sobre el origen de nuestra vida, producto del azar o don de un Ser Superior.  Todo ello concatenado para argüir que el cuerpo humano es sagrado.

Argumento que lleva a considerar la pertinencia de la Iglesia Católica en su postura inflexible ante el aborto, la eutanasia y cualquier manipulación del cuerpo humano que afecte su identidad.

¿Cómo se entrelazan estas afirmaciones y hechos para la consideración, por ejemplo, de una práctica que pareciera de gran beneficio para parejas infértiles?

La ciencia y tecnologías de manipulación genética cuentan con el beneplácito de la Iglesia, excepto cuando pretenden influir sobre procesos naturales que afectan la identidad de la persona humana.

La ciencia y la Iglesia

Contraria a la opinión popular que la Edad Media fue una edad oscura y que la ciencia en Occidente se dio en lucha contra la Iglesia, el hecho es que fue gracias a la Iglesia que dicha ciencia se da.

La labor de las órdenes monacales, durante la Alta Edad Media y luego de las órdenes mendicantes durante la Baja Edad Media sentaron las bases para que la ciencia se diera en Occidente. Destacados integrantes de estas órdenes contribuyeron a ello. Contribuyeron con teorías y con técnicas de experimentación que significaron importantes avances.

Las técnicas de fertilización in vitro, no hay duda han significado una mejora sustancial de la productividad bovina, porcina y avícola beneficiando a buena parte de la humanidad que consume sus productos.

Para quienes consideran, como indicamos antes, que la vida humana es un evento del azar, dichas técnicas “ayudan a mejorar ese azar”. Y no existe distinción de fondo entre la vida de un animal y la de un ser humano. Simplemente que esta es de una mayor complejidad por involucrar inteligencia y consciencia.

Para quienes la vida es un don, en cambio el asunto de la vida humana no es sólo de una mayor complejidad, sino de sacralidad.

Lo sagrado no es un término conocido hoy. En sus acepciones [RAE] de “Digno de veneración por su carácter divino o por estar relacionado con la divinidad”; “que es objeto de culto por su relación con fuerzas sobrenaturales” y “perteneciente a relativo al culto divino” es posible observarlo en buen número los creyentes de cualquier religión. Incluso no es aventurado proponer que tanto musulmanes como budistas manifiesten una mayor piedad ante lo sagrado que muchos cristianos de todas las denominaciones. En las acepciones de “Digno de veneración y respeto” o “irrenunciable” referido a personas o principios tal vez sí sea empleado el término con alguna frecuencia.

fertilization

Quienes hayan presenciado el nacimiento de un bebé o escuchado el palpitar de su corazón en el vientre materno no tienen dificultad en quedar absortos ante dicho prodigio. Esto explica por qué en las clínicas abortivas impiden que las embarazadas queden expuestas a estas experiencias.

Esas experiencias contribuyen a manifestar lo sagrado de la vida humana. Hoy es posible observar desde la concepción del ser humano en el primer contacto de células masculinas y femeninas, cada momento de su desarrollo hasta su nacimiento. Está demostrado que en el instante de la concepción se transmite toda la información genética de ese nuevo ser humano. No hay tal que “se vuelva humano”, “niño” o “niña” más tarde a las xx semanas. No. Esto es una falacia.

Esa identidad es la que la Iglesia considera única y no manipulable. Identidad producto del amor conyugal entre el hombre y la mujer que se prometen fidelidad hasta que la muerte los separe. No menos compromiso de pareja es lo que requiere ese ser único, cuya corporalidad la asumió Jesucristo, en el caso del hombre. 

Y en el caso de la mujer, la Iglesia, luego de veinte siglos de consideraciones, discusiones, concilios y oración proclamó la Asunción de María Santísima, la madre de Jesucristo, en cuerpo y alma al Reino de los cielos.

Mayor exaltación de la mujer no es posible. Si María llevó en su seno a Dios, su cuerpo no debía sufrir la transformación al polvo que nos sucede al resto de los mortales.  Luego, cuerpos de hombre y mujer son sagrados.

Estas son las fuentes de la oposición de la Iglesia Católica a todo lo que afecte la identidad de la persona humana desde su concepción. Identidad que solo una pareja de hombre y mujer producto de su amor conyugal inviste en un nuevo ser humano. Todo lo contrario, estropea esa identidad.