De camino al dominio de sí mismo  para así no naufragar – parte 2

En la entrega pasada exploramos algunas dimensiones del dominio de sí mismo; las consecuencias negativas de no lograrlo y las positivas de alcanzarlo. Aunque también alertamos la del empleo indebido de dicho dominio. En esta entrega exploramos cómo el dominio de sí mismo no es un estado aspirado, estático, cuanto dinámico y camino a la autonomía y, por ende, a la autenticidad humana.[i] Allí nos referimos a quienes no logran esto como a náufragos. Esperamos en lo que sigue ampliar algunas notas sobre dicho naufragio.  Leer De camino al dominio de sí mismo parte 1

Nos apoyamos en un aparte de la Conferencia que Bernard Lonergan ofreció en octubre de 1974 al Hobart and William Smith Colleges en Geneva, Nueva York[ii]. Hacemos una traducción libre que además glosamos.

 

La importancia de esto radica en que dicho autor dedicó su vida explorando las operaciones mentales que de una parte llevan a los científicos a su creación intelectual (matemáticos, físicos, etc.) y, de otra, también a las operaciones que ejercemos los comunes y en nuestro conocimiento y transformación de la realidad. Sus hallazgos permiten ubicar en su debido lugar hoy, por ejemplo, a las tecnologías como la Inteligencia Artificial y a los descubrimientos de la neurociencia.

En la historia de la técnica y más recientemente de la tecnología y de la ciencia misma, encontramos múltiples ejemplos de hallazgos y artefactos que, en su momento, se creía, transformarían el mundo y corregirían todos los males que nos aquejan. Realmente no ha sido así. El mercadeo tecnológico y académico es de una gran sofisticación. Pocos saben que se desarrollan hoy aplicaciones que logran adicción a los celulares tanto en adolescentes como en adultos.[iii] De ahí que no solo el consumo de artefactos, sino las horas dedicadas por los individuos a navegar en ellos aumente significativamente.

Mientras llega esa anhelada redención anunciada por la ideología del progreso, aquí nos ocupamos, y en nuestros escritos y charlas, de la única Redención probada por más de 2000 años. La que ha inspirado e inspira a mentes brillantes quienes con su sesuda observación e investigación de la realidad nos ofrecen nociones, conceptos e ideas sensatas sobre nuestra verdadera condición humana. Ideas y prácticas que dieron origen a las universidades en Occidente, a los hospitales y la misma ciencia. Ya que no hay tal que esos siglos de la Edad Media fueran una “edad oscura”. La historiografía contemporánea, aquella sin lastres ideológicos, viene de modo asombroso y contundente descubriendo estas realidades que explican el desarrollo europeo.[iv]

 

Claro que para entender esto se requiere esfuerzo en atención, concentración y las 99 gotas de sudor de trabajo intelectual, como afirmara Einstein, ya que de inspiración solo requirió una gota.                                                                                                                          Entre la muy extensa obra de Lonergan en que ofrece nociones y conceptos de una profundidad insólita como insight  (intelección),  meaning (significado, sentido), self-trascendence (trascender-se) y múltiples más, su traducción al castellano no siempre se facilita.

En lo que sigue procuramos aproximarnos a la noción de self-transcendence, ya que esta no solo forma parte de la condición humana, si no es tal vez la que menos se ejerce y por eso nuestro saber sobre lo que nos hace humanos se halle hoy tan menoscabado.

De las diferentes acepciones que ofrece la RAE la que más significa lo pretendido por Lonergan para la noción de self-transcendence es la de sobrepasar, superar y exceder. Y que nosotros traduciremos por “trascender-se” para el caso individual y “trascender-nos” en el caso de referirnos a varias personas, aunque estos términos no se hallen en la RAE.

Dicho trascender-se ocurre solo en el sujeto autónomo que no naufraga. Seis etapas ayudan a comprender mejor este proceso. En primer lugar, el dormir sin soñar; luego, el soñar; seguidamente, el despertar; en cuarto lugar, el indagar –preguntar, averiguar–; luego, el reflexionar; sexto, deliberar. En otra entrega, describiremos una séptima etapa: la del enamorar. La sexta basta por ahora para explicar el trascender-se intelectual y moralmente.

En el sueño profundo y en el que no soñamos nada, claro que nos hallamos vivos, todas nuestras funciones vitales operan. Somos substancia, pero aún no sujetos. Somos nosotros, pero no vamos más allá de simplemente serlo. Ni siquiera nos manifestamos o sobrepasamos y menos superamos.

En cambio, cuando soñamos, emerge nuestra consciencia. Somos sujetos intencionales, aunque pasivos y sin iniciativa alguna. Quienes han estudiado el sueño se refieren a dos estados: el de la noche y que es de poca relevancia, y el del amanecer, donde el sujeto recuerda y toma posturas, aquí si va más allá de sí mismo, cae en cuenta de aquello que no es. De algún modo anticipa su trascender-se.

Cuando el sujeto se despierta dicho trascender-se enriquece. Aparecen la multitud de cosas para ver, sonidos que escuchar, aromas para oler, sabores que gustar, formas y texturas que tocar. Pareciera que, en los sentimientos de placer y dolor, gozo y tristeza, deseos y temores, residiera el poso e inercia de nuestra vida. Con sus posturas, movimientos de su cuerpo, las expresiones de su rostro y manos, el sujeto comunica a los demás su estado anímico.                                                                                                                                                                                                                                                                                   Sin embargo, las sensaciones, los sentimientos y movimientos se hallan restringidos al umbral de espacio-tiempo que ocupa la experiencia inmediata. Pero más allá de este umbral existe un mundo por abarcar. Téngase presente que hay quienes no se conforman solo con su experiencia inmediata. Al menos su imaginación idea formas de ampliar el panorama. El lenguaje posibilita preguntas. La inteligencia las hace atrayentes. De ahí que se pregunte: ¿qué? ¿Por qué? ¿Para qué? y ¿cómo? Sus respuestas lo que hacen es construir, extrapolar y generalizar.

Gracias a las memorias, a la tradición y a nuestras creencias conocemos los relatos de viajeros, las historias de naciones, las hazañas de héroes, los tesoros de la literatura, los descubrimientos de la ciencia, las reflexiones de filósofos, las meditaciones de místicos.

A mysterious letter. By César Pattein – Bonhams, Public Domain,

Tomado de: Wikipedia.org

[Allí donde en las familias y las escuelas se ha perdido la tradición oral de relatos sobre las experiencias de los mayores y el resto de las integrantes lleva a que los jóvenes desconozcan la cultura en la que viven y, en ocasiones, saber más de otras que de la propia. El caso de los colegios bilingües tan apetecidos por los padres de familia es una de las razones que explican que sus hijos emigren ilusionados al exterior]

Cada uno de nosotros posee su mundo inmediato (inmediado por significados)[v] que representa tan solo un trozo de un mundo más amplio que vamos construyendo con nuestra inteligencia, imaginación, y este sí mediado por palabras y significados y basado principalmente en creencias.

[Creencias que no solo se refieren a las creencias religiosas. Los científicos y escritores “creen” en los hallazgos de quienes los precedieron; de lo contrario, la ciencia nunca hubiera avanzado. Otra anotación al respecto se refiere al profundo vacío de la educación formal contemporánea que no forma a las personas para indagar, para preguntar. De ahí que no desarrollen capacidad crítica sobre la realidad que los rodea. Más grave aún, como a la “inteligencia artificial” solo la genera el pensamiento calculativo, analítico y lógico, ya que es el único posible para que los algoritmos desplieguen su poder y fundamenten dicha “inteligencia”, las personas terminan por no cultivar su pensamiento meditativo que se refiere a todo el vasto mundo de lo no-lógico. Esa reducción pensante termina aumentando la población de náufragos.]

Así ese mundo sea el mismo, sin embargo, existen tantas construcciones de él como etapas existen en el desarrollo humano y diferencias en las culturas humanas. Dicha diversidad sirve para revelar aún más dimensiones del trascender-se. Pues además de las preguntas para la inteligencia: ¿qué? ¿Por qué? ¿Para qué? y ¿cómo? Existen preguntas para reflexionar: ¿es eso así o no es así? ¿Es aquello cierto o solo probable?

Al contrario de las respuestas para las preguntas de la inteligencia, estas referidas a la reflexión pueden responderse con un simple “sí” o con un “no”. Cuando decimos que esto es verdaderamente cierto, no estamos afirmando que “parece que lo es”, no, ni tampoco “que lo imaginamos”, ni “lo que nos gustaría que fuese así”, o “lo que pensamos”, o “lo que parece ser”. Claro que muchas veces esto es lo único que podemos responder. Sin embargo, cuando afirmamos con certeza que algo de verdad lo es, debemos sobrepasarnos de modo absoluto, pues hemos hallado algo que es independiente de nosotros, algo que nos supera, con otras palabras, nos hemos trascendido.

[Parte de la crisis del pensamiento contemporáneo y la confusión reinante se debe a que las personas se fabrican “su verdad” y sin evidencias confiables aseguran que su manera de ver y entender la realidad es la “verdadera”.[vi] Estas pretensiones desaparecen ante realidades innegables: la lluvia, el sol y el calor, la sed, el nacer, la muerte, la amistad, el amor, el odio. La verdad existe precisamente porque es independiente de la persona que la encuentra, que la manifiesta. Y en cuanto a valores morales, el robo, la infidelidad y el adulterio no tienen discusión, toda cultura medianamente avanzada rechaza estas prácticas. Luego sí existen antivalores, comportamientos morales absolutos, inadmisibles.]

De este modo venimos aclarando la noción de trascender-se contrastando en primer lugar, el dormir sin soñar, luego del soñar con el sujeto, despertándose, en tercer lugar, el mundo de la experiencia inmediata (inmediada por significados) y el vasto mundo en el que vivimos. Seguidamente, el mundo más amplio que construimos con nuestra inteligencia y que venimos a saber que lo hemos construido como verdaderamente es.

Falta aún otra dimensión del trascender-se. Hasta ahora solo hemos considerado el conocimiento. Resta el actuar. Dijimos que además de las preguntas para la inteligencia –¿qué? ¿Por qué? ¿Para qué? y ¿cómo? — existen las preguntas para reflexionar –¿es eso así? –. Pero más allá de estas se hallan las preguntas para deliberar. Más allá de los placeres que gozamos o los dolores que tememos, existen valores que podemos acoger con todo nuestro ser. Se trata de no conformarnos con nuestras satisfacciones, sino ir más allá hacia la personificación de valores. Así nos trascendemos.

En la cima de su consciencia, el sujeto delibera, evalúa, decide, controla y actúa. A la vez que es práctico, es existencial. Práctico, porque atiende a sus posibles cursos de acción, y existencial en la medida que el control incluye el control de sí, que hemos llamado dominio de sí mismo. Dominio de sí que se refiere a la responsabilidad de las consecuencias de sus acciones sobre los demás y, más íntimamente, sobre sí mismo. Y esta cima de la consciencia humana es lo que se conoce como la conciencia –ya solo con la “c” sin hallarse antecedida por la “s”.

En la entrega pasada ya habíamos descrito el lado negativo del dominio de sí. El del egoísta donde su deliberar, evaluar y decidir se reduce a encontrar únicamente lo que le sirva a sus intereses para lograr el máximo placer en medio del menor dolor (ética utilitarista).

By Guy Sie – Flickr: Seven Deadly Sins – Greed, CC BY-SA 2.0,

Tomado de: Wikipedia.org

Lo contrario a este egoísta es quien aspira a personificar valores. Los valores vitales de la salud y la fortaleza. Los sociales, que exaltan a la familia, a las buenas costumbres, a la sociedad y a la educación; a la nación y a la ley; a la economía; a la tecnología; a la iglesia o sectas. Los valores culturales de la religión y el arte; la lengua y la literatura; la ciencia, la historia, la filosofía y la teología. Y el valor personal de quien efectivamente se halla dedicado a realizar esos valores en sí mismo y, con su ejemplo, persuadir a los demás que los personifiquen.

En la medida que nuestra vida, metas y logros respondan a valores, en esa misma medida nuestro trascender se manifiesta en el campo de la acción. De este modo superamos el egoísmo y nos convertimos en principio de benevolencia y beneficencia. Nos hacemos capaces de auténtica colaboración y de amor verdadero [recordemos que el amor es querer el bien del otro]. Aún más, en la medida que este trascender-se caracterice a los integrantes de la sociedad, en esa misma medida su mundo no sólo se haya configurado por imaginación e inteligencia, mediados por significados y palabras, fundamentados en creencias, sino que es un mundo donde son contados los egoístas. Lo que existe son personas con valores y motivados por lo bueno y no por lo aparentemente bueno.

Ahora bien, si comparamos las cuatro últimas modalidades de trascender-se hallamos que conforman una unidad entretejida. El sentir presupone y se complementa por el indagar y el entender. El sentir y el entender presuponen y se complementan con el reflexionar y juzgar. A su vez, el sentir, entender, reflexionar y juzgar presuponen y se complementan por el deliberar y el decidir. Las cuatro modalidades son interdependientes y la siguiente supera la precedente en el sentido que va más allá y sobrepasa a todas los anteriores al introducir algo nuevo. Este nuevo elemento sustenta operaciones que, lejos de atafagar o interferir con las precedentes, las preserva, perfecciona y amplía su relevancia y significado. El indagar-averiguar afina nuestra posibilidad de observar, el entender extiende significativamente nuestro campo de acumulación y dominio de datos. El reflexionar y juzgar mueve el indagar a aprovisionar más datos que llevan a que el entender revise sus logros anteriores. El deliberar gira la atención de lo que podría ser, a lo que probablemente es, y sobre todo a lo que verdaderamente vale la pena.

[Procuremos un ejemplo sencillo: el sentir y oír los truenos y ver la lluvia. El observar su efecto sobre las plantas, los arbustos y los frutales: estos reverdecen, florecen y crecen. Unas de las mismas variedades crecieron y se desarrollaron más hallándose en el mismo suelo. Sin embargo, al averiguar (indagar-preguntar) por las razones hay quienes responden que unos fueron abonados mientras otros no. Preguntando a fondo para allegar más datos (averiguar), se conocieron variedades de abonos: unos orgánicos y otros químicos, obteniéndose mejores resultados en el largo plazo con los primeros (discernir). Dado este hallazgo (juzgar, deliberar), se personifica (decidir) el valor de la disciplina de aplicar (habituar) de ahora en adelante esos abonos esperando obtener mejores resultados.

El apropiarnos de estas operaciones lleva a tomar mejores decisiones y, por consiguiente, lograr mejores resultados en los quehaceres de la vida.]

Para concluir, la autenticidad humana es asunto de seguir la ley interna (íntima) del espíritu humano. Gracias a que sentimos, debemos atender. Porque entendemos, debemos indagar-preguntar-averiguar. Porque podemos alcanzar la verdad, debemos reflexionar y comprobar. Porque podemos personificar valores y persuadir a otros, los personifiquen, debemos deliberar. En la medida que seguimos estos preceptos, en la medida que cumplimos estas condiciones de ser humanos, también logramos trascender-nos, tanto en el campo intelectual como en lo práctico. De ahí que vidas humanas que no se trascienden, terminan naufragando y si logran sobrevivir suelen hacerlo en una isla desierta.

[No negamos que se trata de una visión del ser humano  nada convencional, ya que plantea su crecimiento y plenitud en asuntos poco conocidos para quienes su afán de poder, prestigio y posesión los distrae cuando estos solo se hallan al servicio propio y egoísta. [vii] Claro que algunos aún no se sienten naufragando hasta tanto los rigores de la vida los sacude como las olas de un mar embravecido lo hacen con el náufrago.

Preocupa observar la creciente incapacidad de las personas para fijar la mirada en el rostro del otro(a) que lo saluda o que lo solicita. Sin embargo, a su vez es posible que esta persona se halle en redes virtuales relacionadas con cientos de personas y lleve a cabo diálogos con ellas por medio de emoticones.

Preocupa también la erosión de atención en la lectura de un texto o escritura, así sean unas pocas líneas. El término técnico es el de “analfabetos funcionales”, quienes también son candidatos ideales al naufragio.

Lo que no puede negarse es la ausencia de pensamiento independiente. Se observa en la manera como ideas y artefactos cunden como modas hasta en las mentes más ilustres. Mientras millones de personas mueren por la violencia bélica, se refugian en condiciones inhumanas y un número mayor padece alguna pobreza, nos distrae la sostenibilidad del planeta y los prodigios de la inteligencia artificial….]

[i] Algunas notas del náufrago son las de: quien no piensa por sí mismo, sino que depende del pensamiento de otros en todo. En segundo lugar, quien no halla su tarea, termina imitando las tareas de los demás. Finalmente, quien no halla su voluntad, termina haciendo la voluntad de los demás.

Sobrevive quien se propone ser autónomo, es decir, aumenta las cosas que hace, piensa y averigua por sí mismo. Durante este proceso se da eventualmente un momento crítico de inflexión en la que cae en cuenta que puede y debe hacer por sí mismo lo que se propone.  

Pareciera paradójico que, si hace, piensa y averigua, es decir, toma iniciativa de ser quien verdaderamente es, no sea entonces autorreferencial o inventor de sí mismo. Ser autorreferencial es, sin conocer lo que se es, se coloca de modelo de sí mismo. Inventarse es ignorar su índole verdadera. Por ejemplo, negar la dotación corporal y biológica y afirmar que psicológicamente se es “otro(a)”.

En un inicio, cuando el sujeto, hace, descubre y decide lleva a cabo estas operaciones sobre objetos externos a él. Pero en la medida que avanza su reflexión, cae en cuenta qué dichos, hacer, decidir y descubrir, lo afectan más profundamente, en su interioridad, que a los objetos sobre los cuales actúa (conociéndolos y/o transformándolos). La acumulación de esas acciones en su interioridad dejan en el sujeto un poso de hábitos y disposiciones que lo determinan y que hacen de él lo que es y lo que será.

En este asunto de lograr hábitos y disposiciones positivas (virtudes, es decir, valores personificados) existe una complejidad que muchos soslayan. No la soslayan quienes se creen incapaces de crecer en ese desarrollo por sus propias fuerzas e inteligencia. Es quien acepta, por ejemplo, el amor que Dios le brinda no solo como Creador que lo sostiene, sino como Redentor que lo salva.

Estas son las razones que explican la importancia del dominio de sí mismo. Dicho dominio deriva en una libertad auténtica y más aún en un gozo de saberse uno que no se halla al garete de sus deseos y tendencias. Basta preguntarle a un adicto si es libre. Es posible responda con otra pregunta: “¿libre de qué?”

 [ii] Bernard Lonergan “Self-transcendence: Intellectual, Moral, Religious” en Collected Works of Bernard Lonergan: Philosophical and Theological Papers 1965—1980.  Vol 17. Toronto: University of Toronto Press. 2004 pp. 313-331

 [iii] Haidt, Jonathan. The Anxious Generation: How the Great Rewiring of Childhood Is Causing an Epidemic of MentaI lllness. New York: Penguin Press. 2024. El autor, demuestra con estadísticas sólidas su argumento sobre el vacío en la formación del carácter de los jóvenes de parte de los padres y educadores. Se trata de una formación que termina creando personalidades timoratas, inseguras y desesperanzadas. El aumento de enfermedades mentales en adolescentes, depresión y suicidios pareciera hallarse correlacionado con un año de inflexión (2010) en que salen al mercado los celulares que facilitan los selfies.

 [iv] Permoud, Regine. Those Terrible Middle Ages: Debunking the Myth. San Francisco: Ignatius Press. Como directora del Archivo Histórico de Francia ha hallado documentos sorprendentes sobre la adecuada organización social, económica, política y religiosa de dicha Edad Media.

[v] El mundo del infante es el de sus sentidos: lo que gusta, oye, ve, toca y huele. No se halla “mediado” por significados que se dan solo cuando el niño configura el lenguaje. Una vez articula palabras, cae en cuenta de significados. De ahí que el mundo del niño, del joven y del adulto, según sean sus experiencias, su esfuerzo intelectual y su capacidad reflexiva, puede ampliarse con el paso del tiempo de modo sorprendente.

[vi] Dos de los filósofos que contribuyeron a esta relatividad de lo verdadero, a la no existencia de lo objetivo ni tampoco a la existencia de valores morales absolutos, fueron Nietzsche y Sartre. El primero, al afirmar que Dios no existe, que lo hemos matado; lo que implica que no existe nada más allá fuera del ser de cada uno; surge así el ser autorreferencial, que se coloca como modelo de sí mismo, que se inventa como lo venga en gana. El segundo, al afirmar que la existencia precede a la esencia; donde la esencia es el bien, el ideal, las formas, los valores morales. De ahí que cada cual puede inventarse “su verdad”, sus normas morales y proceder en el ejercicio de su supuesta libertad.

[vii] No todo poder, prestigio o posesión son negativos. Lo son sólo cuando se hallan al servicio del egoísta. En cambio, hay quienes ejercen el poder para el bien de los demás, en nuestra historia hemos contado con grandes estadistas. Hay científicos que les concierne la verdad por encima de su propio reconocimiento, o personas y familias que colocan sus recursos abundantes para beneficio de los más necesitados.