Percepción del sufrimiento
Distingamos el dolor del sufrimiento afirmando que en el primero algún agente externo (golpe físico, insulto, organismo infeccioso, etc.) rompe la armonía del cuerpo y de la mente. En el segundo, en cambio, es nuestro estado interior el que se afecta por el dolor, o por nuestras emociones, o por nuestro pensamiento e imaginación. Por ejemplo, cuando se nos ofende y no perdonamos, cada vez que recordamos la ofensa es revivirla, traerla a nuestra consideración y por ende, sufrir nuevamente. Luego, en el sufrimiento, a diferencia del dolor, nuestra voluntad juega un papel importante.
La medicina y la salud pública en general vienen jugando un papel cada vez más protagónico. Para cualquier dolencia corporal o psíquica pareciera existir algún fármaco que la alivie. Y, cuando no, existen clínicas del dolor que con prácticas novedosas, por ejemplo dispositivos electrónicos actuando sobre el sistema nervioso, alivian el dolor.
Me refiero solo a la medicina alópata y prevalente en Occidente. Existen en Asia otros sistemas médicos que han demostrado su acierto a lo largo de milenios.
Algo poco discutido en la cultura contemporánea es el hecho del cristianismo aceptar el sufrimiento. Claro, rechazando el masoquismo o cualquier forma de causarse dolor voluntariamente.
Jesucristo requiere del discípulo que quiere seguirlo, negarse a sí mismo y tomar su cruz. Insisto, esto para la cultura actual pareciera un sinsentido.
Es posible que parte del rechazo a la religión y en particular al cristianismo en la cultura contemporánea se refiera al rechazo al sufrimiento como dato, como realidad y verdad de la existencia humana.
La crucifixión: la culminación del sufrimiento
Jesús crucificado, además Dios, padeció voluntariamente una muerte, la más ignominiosa de su tiempo, para redimir su propia criatura: al hombre. Una de las notas distintivas de la cultura contemporánea es la de propender por “cero sufrimientos”. Esta argumenta que si el Creador es un ser amoroso, ¿cómo acepta que su Hijo muera por sus criaturas?
Aún mayor sinsentido es para dicha cultura el que se afirme que todo ser humano nace con una culpa original, con una inclinación al mal, solo mitigable precisamente por la Redención, gracias a la pasión y crucifixión de Jesús.
En la interioridad del hombre se hallan dimensiones recónditas donde puede anidar la culpa, su reconocimiento, la posibilidad del arrepentimiento y hasta el deseo de enmienda. Sin negar los grandes aportes de la psiquiatría y la psicología al tratamiento de enfermedades mentales, no siempre pueden estas tratar aquellos sentimientos exitosamente. Entre otras razones por que para aquello no existen fármacos ni tampoco manipulaciones genéticas que anulen la conciencia.
La culpa, el arrepentimiento y la enmienda
En este tema, el de la existencia de la culpa producto de acciones indebidas, difícilmente se lograrán acuerdos al respecto porque se parte de cosmovisiones diferentes ante la vida. La vida, producto del azar, iniciada por la fecundación de un esperma a un óvulo. La célula originada así posee en ese instante toda la información genética que hace de esa unión un ser humano. Sin embargo, en el extremo de esta cosmovisión se alega que no se sabe cuándo ese organismo sea ser humano.
Esta indeterminación alienta el aborto a las diferentes semanas en que se cree ya existe un ser humano. Y hay quienes consideran que a pesar del nacimiento de lo que a todas luces es un ser humano, no lo es hasta tanto no de señales de acción neuronal. Es lo que alienta el infanticidio.
En el otro extremo se halla la cosmovisión de que la vida es un don solo posible por un Creador amoroso. La pareja, en su acto de amor, de donación de personas, posibilita la conformación de un nuevo y único ser humano.
Pero ellos no crean esa vida, simplemente transmiten la vida que cada uno lleva en sí.
Para esta cosmovisión la vida humana por ello tiene un carácter sagrado. Hay intervención divina en ella. Se trata del aliento divino que explica el hallarnos vivos. Y no solo esto, sino la Gracia que nos confiere Dios de redimirnos de ese lastre original por medio del Bautismo.
Luego, insisto, el “niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígueme” por amor a Dios, coloca al sufrimiento en una dimensión incomprensible para la cultura contemporánea. No porque la cruz se refiera siempre al dolor o al sufrimiento –puede tratarse de defectos que deben vencerse: vencer la pereza, un trabajo u oficio tedioso, la envidia de parte del colega en el trabajo, etc.—en fin, buena parte de lo que me exija ejercer la caridad: la paciencia, la benevolencia, no irritarme, rechazar la maldad, aceptarlo todo y tolerarlo.
El ora et labora
La Regla Benedictina, con su ora et labora, invita a que la fatiga y esfuerzo que exige todo trabajo se sublime con la oración y la vida en comunidad. Dicha Regla y el resto de normas que regulaban la vida monástica y luego la de las órdenes mendicantes, en la Europa medieval, en alguna medida, explica que la ciencia y las innovaciones técnicas se hubieran dado allí.
Tomado de:https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Scriptorium-monk-at-work.jpg
Tomado de: https://www.portafolio.co/economia/informalidad-laboral-en-colombia-llego-a-48-7-548249
Estas habituaron no solo la población de los religiosos y religiosas, sino la población de las aldeas que rodeaban los monasterios. Las campanas de los monasterios lentamente crearon una cadencia que también contribuyó a regular la vida urbana. La ciencia y técnica que surgió de los siglos en que se dio esa disciplina de trabajo y pensamiento dio origen luego a la Revolución Industrial.
Sin una aceptación de la exigencia del trabajo rural, artesanal y luego manufacturero, ninguno de esos fenómenos sociales, económicos y políticos se hubieran sucedido. Con otras palabras, la canalización de la energía intelectual y manual que exige vencer la desidia y la pereza para el trabajo y para vivir en comunidad muchas veces raya en el “sufrirse uno mismo” con todas nuestras limitaciones.
De tal manera que el sufrir es inevitable, es parte de la condición humana.